Pues sí, sí lo fue.
Christian no me dirigió la palabra al llegar a Escala. Ni siquiera me dirigió esa mirada oscura y preadadora de la que siempre me hacía blanco en el ascensor. Pude sentir en todo momento la silenciosa ira barriendo por todo su sistema hasta casi intoxicar el aire a nuestro alrededor. Tampoco me tocó cuando entramos al penthouse y me siguió en silencio hasta el piso de arriba, a la nueva alcoba de Phoebe.
Gail había alimentado a mi hija y la había acostado. Mi princesa de ojos azules dormitaba tranquilamente en su cuna, y resultó ser una visión tan hermosa que los ojos se me inundaron en lágrimas. Christian quizá se conmovió observándonos, pero no reaccionó, ni siquiera cuando le dije que a partir de mañana quería dormir en la misma habitación que Phoebe. Se limitó a asentir observándome con sus profundos ojos grises.
La cena transcurrió en silencio también. Toda esta actitud suya estaba comenzando a fastidiarme ya, pero consideré prudente no molestarlo porque, hasta cierto punto, él tenía la razón…
¿La razón? ¡Y un cuerno!
Cuando me desperté a la mañana siguiente y me levanté para ir al baño, algo pesado cayó, haciendo un ruido sordo que me hizo fruncir el entrecejo y mirar al suelo. Bueno, mi sorpresa fue de película cómica cuando descubrí que era una especie de cuerda gruesa hecha de tiras de cuero entrelazadas, una de sus puntas amarrada con firmeza a la pata de la cama y la otra a un grillete de cuero alrededor de mi tobillo.
¡Un grillete!
¡Christian me puso un grillete! ¡Cumplió su amenaza de encadenarme! ¡Lo hizo mientras dormía, eso es seguro! ¡Maldito él y sus jodidos juguetes!
Atónita, enojada como el diablo, probé el amarre de la cuerda tanto a la cama como a mí, y en ambos era firme y fuerte. Él era bueno haciendo nudos. Medí con los brazos la longitud de la cuerda, aunque no me costó suponer que tenía el largo exacto para permitirme deambular por el cuarto y el baño pero no más allá.
¡No lo podía creer!
–Buenos días –resonó su voz suave y cautelosa.
Le lancé una mirada fulminante. Él acabó de sentarse con el cabello revuelto y sólo los bóxers puestos.
–De buenos nada, Christian. ¡Desátame inmediatamente! –exigí cruzándome de brazos y siguiéndolo con la vista.
Se puso en pie con calma, se peinó el cabello con las manos y me miró. Demonios, él estaba tan caliente así, semidesnudo, y el condenado lo sabía… sabía el efecto que verlo así tenía en mí. Pero esta vez no.
Se me quedó mirando un rato, y la paciencia se me iba agotando.
–¿No me escuchaste? ¡Este no es un juego! ¡Desátame!
Esbozó una lenta, oscura, sensual y maliciosa sonrisa de venganza. ¡Claro, todo era por la venganza! ¿Venganza a que, exactamente?
–Lo sé, sra. Grey. No estamos jugando, y precisamente por eso no necesito tu consentimiento.
–Christian, estás pasándote del límite. Basta.
–¿Yo me estoy pasando del límite? ¿Me dices basta a mí? Yo no soy el que anda por ahí recién operado y haciendo el idiota buscando sólo que me pase algo grave –siseó.
Ah, conque era eso.
–Eso no lo sé –atajé–. Como no me dices nada no sé si corres o no peligro.
Entrecerró los ojos.
–No vas a volver a salir sin mi permiso –declaró triunfante.
–Estás siendo infantil.
–¿Querer cuidar a la mujer que amo es ser infantil?
Vaya, touché. Descrucé los brazos, permitiéndome tranquilizar un poco. Pero sólo un poco.
–De este modo, sí.
–Tú no me has dejado más opción –vino hasta mí, me cogió la cara y me besó con ganas antes de apartarse–. Cuando todo se resuelva te soltaré.
–No, me soltarás ahora si sabes lo que te conviene. No puedes sólo mantenerme encerrada contra mi voluntad porque, aunque sea tu esposa, eso se llama secuestro.
–¿Me denunciarás con la policía? –esbozó una media sonrisa. ¡Esto no es un juego!
–Si tengo, lo haré.
Ladeó la cabeza y me observó con ese aire implícitamente burlón que por lo general intentaba contener cuando sabía que yo estaba enojada.
–Dejaré el teléfono fuera de tu alcance –declaró al final.
–¡Christian! ¡Suéltame o se lo diré a Grace!
Su sonrisa desapareció.
–¿No te parece que estamos un poco grandes para que tengas que acusarme con mi madre?
–No si te comportas como un jodido crío malcriado –gruñí. En ese momento comencé a comprender qué se sentía que se te calentara de furor la palma de la mano, y si Christian no tenía cuidado…– Con esto jamás vas a lograr que me someta a ti.
–Igual no creo que lo consiga nunca –repuso encogiéndose de hombros–, por lo que tenerte o no encadenada dudo que suponga mayor diferencia. Y para la buena salud de mis nervios, me gustas más con tu tobillo unido a mi cama.
Explota, Ana. Detona. Es momento de que estalles con la nuclear ira Grey, ahora que eres una, mi subconsciente se sentó y cerró su libro dejándolo sobre su regazo; los ojos por detrás de los cristales de las gafas de media luna relucían con un brillo enojado y vengativamente emocionado.
Quizá ella tuviera razón.
–¡NO SOY TU SUMISA! –escupí con todo el esplendor del creciente borboteo de mi sangre hirviendo a tan sólo un grado por debajo de la temperatura del infierno. Él se quedó pasmado, las cejas se le dispararon con sorpresa y en sus ojos grises vi tanto la ira como el dolor reflejados.
–No, Anastasia. No lo eres –su voz fue un murmullo que me costó escuchar–. Y ya no pretendo que lo seas.
Me rodeó, se metió en el baño y entonces cerró la puerta, dejándome aturdida, enfadada y frustrada. ¡Jodido Cincuenta!
Me senté en la cama con el pulso palpitándome furiosamente en las sienes y el estómago revuelto. Creo que me pasé. Christian ha sido un esposo maravilloso, aún controlador, pero… En mi defensa, estaba enojada, terriblemente, me molesto cada vez que Christian quiere recluir mi libertad y se muestra demasiado obtuso como para entenderlo.
Jesús, yo y mi bocota.
Cuando salió, se metió en el vestidor sin dirigirme siquiera una palabra. Decidí darle su espacio. Al poco regresó ya vestido con un impecable traje gris y su porte de caliente y temible Gerente General.
–Lamento hacerte sentir como una sumisa, Anastasia. Pero para mí tú no eres eso –dijo a media voz, mirándome intensamente con sus atribulados ojos grises. Se notaba en la mueca de su boca y la tensión en la mandíbula que mis palabras realmente hicieron mella en él. Quizá incluso pude haber despertado cierta paranoia suya a creer que me iré…
¡Oh, Dios, Christian!
–No, yo lo siento –murmuré tímidamente mientras me retorcía las manos–. No me siento como una sumisa, ya no. Es sólo que no me gusta que ejerzas sobre mí tanto control como para incluso impedirme deambular por la casa si no te apetece. Está mal, Christian, ¿no lo puedes entender?
Guardó silencio, pensando.
–Sí, Anastasia, lo entiendo –suspiró, pasándose una mano por el cabello–. La que no parece entender que "salud y seguridad" es igual a "prioridad número uno" eres tú.
–E "información" es "prioridad número dos" –salté con obstinación.
Permanecimos unos minutos frunciéndonos el entrecejo mutuamente hasta que él miró su reloj.
–Tengo que irme.
–Tienes que soltarme.
–Ana… –volvió a pasar sus manos, ambas esta vez, por su cabello. Creí que esta discusión seguiría un poco más, pero luego me di cuenta de que en realidad el muy bastardo estaba intentando contener una sonrisa. ¿De qué se estaba riendo?– Voy a volver más tarde hoy, debo quedarme trabajando en unos negocios hasta las siete más o menos y realmente me gustaría… tener la tranquilidad de saber que estás segura y sin posibilidad de escabullirte.
–¿Es decir que voy a ser una prisionera en el que según tú también es mi departamento? –lo fulminé con mi mirada Grey-Steele recién adquirida.
–Es tuyo –declaró con firmeza–, y sólo será por hoy. Además, aunque te dejara suelta deberías mantenerte en cama y reposar, desde ayer, de hecho –alzó una ceja con acusación–. Así que como de todas formas no piensas moverte, no veo problemas con dejarte el grillete. Creo que te luce.
Esbozó una media sonrisa que ni le llegó a los ojos ni a mí me ablandó.
–Debo verme preciosa como una prisionera –siseé.
–Ten cuidado –advirtió entrecerrando los párpados.
–Ya no me intimidas, Christian.
Me crucé de brazos. Él suspiró, se revolvió el cabello un poco más, se volvió hacia la puerta y dijo:
–Nos vemos en la noche.
Luego salió.
Al menos tuvo la gentileza de bajar la cuna de Phoebe y meterla en el cuarto antes de irse. También me dejó mi laptop, que justo ahora descansa sobre una almohada en mi vientre mientras mi hija duerme plácidamente en su cunita. Tenerla cerca es como un bálsamo, un calmante, pero la indignación por estar siendo tratada como una res o un perro problemático me tiene aún bien cabreada. Recuerdo la fría despedida de Christian esta mañana y decido enviarle un mail para que sepa que también estoy molesta.
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 13:45 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Tú
Eres un idiota.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 13:45 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: quizá…
Pero me preocupo por mi mujer.
Christian Grey, Presidente e idiota de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Ruedo los ojos.
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 13:46 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Déjame ser
Los niños se hacen rasguños todo el tiempo, y como usted me considera una creo que no hay problema.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 13:48 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: ¿Rasguño?
Normalmente estaría de acuerdo con usted, señora Grey, pero en este caso hay dos problemas con su afirmación.
Primero, así se comporte como una niña desobediente, que lo hace, jamás consentiría rasguños ni marcas de otro tipo en su cuerpo, a no ser que fueran chupones dejados por este humilde servidor. ;)
Segundo, su "rasguño" va de cadera a cadera, así que no intente jugar conmigo.
Recuerde que la amo y la quiero sana.
Christian Grey, Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 13:49 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Sus puntos
Me temo que hay varias observaciones que tengo que hacer referente a su correo anterior, señor.
Primero, ni se le ocurra volver a dejarme chupones porque en tal caso me va a conocer con la ira de Medusa y sus poderes incluidos, y lo primero que haría con usted convertido en estatua sería castrarlo. No me provoque.
Segundo, ¿has considerado cambiarte el nombre a "Christian Exagerado Grey Trevelyan"? Porque te aseguro que te quedaría a las mil maravillas.
Tercero, sé que me amas, pero me entristece cuando te comportas conmigo tan distante como esta mañana al despedirte. Recuerda lo que pasó la última vez que nos fuimos al trabajo sin hablarnos.
Yo también te amo, y por eso no soportaría que algo te pasara.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
Pulso la tecla enviar y me arrepiento enseguida. Maldición, no quiero recordarle a Christian aquella vez con Jack, Mia y Elizabeth; ya bastante me costó convencerlo de que no fue su culpa.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 13:52 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Elocuente como siempre
Querida señora Grey:
Aún recuerdo el poderoso brazo que tiene y lo bien que puede lanzar con él, no se me ocurriría volver a dejarle chupones. Además, le aseguro que me gusta tanto lo que tengo entre las piernas que ni hecho de inanimada piedra quisiera perderlo.
Más allá de eso, no. Es una lata burocrática cambiarse los nombres, y el mío ya tiene cierta resonancia como está, así que me lo quedo. Aunque gracias por la sugerencia.
Lamento ser el causante de su tristeza (de nuevo). Leer sus palabras me ha hecho sentir ruin y un esposo maltratador. Acepte mis más sinceras y sentidas disculpas y la promesa que le hago de tratar de ser un poco más comprensivo con usted; le pido me tenga la misma consideración, además de un poco de paciencia.
Te amo muchísimo. Eres la mujer más fascinante, hermosa y maravillosa del mundo entero, incluso cuando haces que casi me den ataques al corazón.
Christian Grey, locamente enamorado de su esposa Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
PD: Quítate la Mac de la herida, Anastasia.
Mi corazón se derrite al leer sus sinceras palabras. Oh, Christian.
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:00 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Yo jamás podría decir eso
Queridísimo esposo mío:
No pienses ni por un segundo que eres ruin o maltratador, porque no es verdad. Eres obsesivo, controlador y mandón, pero sabes que así es como te amo y jamás te cambiaría. Tienes un carácter algo explosivo, pero es evidente que yo no ayudo con eso, y es porque me siento inútil, innecesaria, dejando que tú resuelvas todo mientras yo atiendo a nuestra hija como si nada estuviera ocurriendo. Entiéndeme, por favor, no puedo.
Te amo, y eso es independientemente de lo que hagas.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
PD: Ya me la quité de encima, no te sulfures.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:03 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Lo sé
Sé cómo te sientes y que quisieras estar más involucrada, pero mi instinto protector y el amor que te profeso, amada esposa, me impiden entrometerte aún más porque jamás haces caso y nunca haces lo que yo espero. Tu comportamiento es la máxima expresión de descontrol a la que puedo enfrentarme, y en ocasiones me atemoriza, no te lo voy a negar. Sin embargo, prometo intentar ser más comunicativo contigo, sólo ten piedad de mí cuando decidas atacarme con tus preguntas.
X Christian.
Christian Grey, Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
¡Sí, más información!
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:04 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Gracias
Sólo eso quería, saber un poco. Te lo agradezco. Quiero ser tu compañera, no tu esposa trofeo (sé que no es el caso, sólo me expreso). Yo también me preocupo, por ti, por mis hijos, por mi familia, por Gail, Taylor y todos los demás.
Por mi parte prometo tratar de ser más dócil y… comprensiva contigo.
xx Ana.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:04 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Creo que eso ya lo escuché antes
La última vez que me prometiste eso acabaste con una fractura de cráneo, unas costillas magulladas, el cuerpo lleno de moratones y casi un día inconsciente en un hospital.
Entenderás que tu promesa no me tranquilice mucho.
Christian Grey, Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
PD: El día que te sientas como una esposa trofeo, daremos un vuelco de 180°. No quiero que pienses que lo eres, porque no es así. Jamás lo permitiría.
Por Dios, ¡él jamás lo va a olvidar! Quizá omite deliberadamente el detalle de que salvé a Mia, pero cómo acabé después no.
Meneo la cabeza, exasperada. Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta, ¿qué demonios voy a hacer contigo?
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:06 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Lo entiendo
¿JAMÁS LO OLVIDARÁS?
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:06 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Mayúsculas CHILLONAS
Por supuesto que no, Anastasia.
Christian Grey, Presidente cabezota de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Aprieto los labios, frustrada. Miro a Phoebe a través de la malla que actúa de cerca en su cuna y me decido. Nada tengo que perder, y él estará allí para evitar sufrir un ataque al corazón.
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:08 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Te diré algo
Estuve pensando un poco esta mañana en mi lujosa cárcel con baño.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:08 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Esto NO puede ser bueno
¿En qué estuviste pensando?
Christian Grey, ciudadano francamente aterrorizado y Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Su respuesta me hace sonreír y poner los ojos en blanco a la vez.
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:09 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Selección
Quisiera que me llevaras a una joyería para escoger un par de zarcillos para Ava. Sí recuerdas que el domingo nos vamos a reunir todos en Escala, ¿verdad?, pues quisiera regalarle algo. Sé que estás enfadado con Kate, pero la niña es tu sobrina. ¿Qué dices? Además… también quisiera elegir los primeros de Phoebe, aunque aún sea muy pronto.
Tu Ana.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
PD: Nota, por favor, que TE PIDO A TI que me lleves, lo que significa que vendrás conmigo.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:10 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Por Ava/ ¿Qué tramas?
Me parece una buena idea. ¿Qué día quieres ir?
Christian Grey, Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Aprieto los labios. El domingo la casa Grey va a convertirse en un campo de guerra silencioso. ¿Y cómo sabe que me traigo algo entre manos? ¿Acaso hasta por correo le resulto tan evidente?
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:10 pm
Para: Christian Grey
Asunto: ¿Tramar, yo?
Me gusta el sábado.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:11 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Sí, tramar. Tú
A mí también.
Christian Grey, perspicaz Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Me quedo mirando la pantalla sin verla realmente. Bueno, la primera y quizá más difícil fase del plan está lista. Ahora sólo falta trazar y arreglar el resto de los detalles. Quizá, con un poco de suerte, Christian no se dé cuenta de lo que intento.
Un nuevo correo entra en mi bandeja.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:16 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: Una cosa más…
¿Estoy perdonado por la falta de afecto de esta mañana?
Christian Grey, arrepentido Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Oh, el Christian humilde que siempre me derrite el corazón. ¿Cómo puedo resistirme a él?
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:16 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Me lo pensaré
Ya lo hice. Por supuesto :)
Pero sólo si esta noche me lo compensas ;)
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:16 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: La respuesta es no
Ni hablar. No llevas ni dos días operada y ya te esforzaste más de lo que deberías. Si me quieres encima de ti, recupérate antes.
Christian Grey, Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Hago un puchero. No es justo.
De: Anastasia Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:17 pm
Para: Christian Grey
Asunto: Injusto
Bueno, quizá cuando me recupere tampoco te deje que me toques.
Anastasia Grey, coordinadora editorial y Presidenta de Grey Publishing.
De: Christian Grey
Fecha: 30 de mayo, 2014. 14:17 pm
Para: Anastasia Grey
Asunto: ¿Es psicología inversa?
No se trata de ti, nena. Cuando estás conmigo tu cuerpo toma el control, y él no se me resiste así como yo tampoco me resisto. Es cosa sencilla. Además, sabes que me encantan los retos cuando tú me los planteas.
Estás jugando contra un maestro.
Christian Grey, experto en las artes de la seducción y el sexo, Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Oh, sí, eso lo sé bien. Un maestro que no duda en utilizar sus habilidades de dios del sexo como arma contra mí cada vez que puede, y cada una de ellas yo sucumbo como una tonta. Me quedo mirando la pantalla con el entrecejo fruncido. Arrogante hombre difícil, algún día me le resistiré, y ya verá con quien se mete.
¡JA! Mi diosa interior y mi subconsciente sueltan una estridente carcajada a la vez. Las fulmino con la mirada. Par de perras. ¿Por qué no se van a molestar a otra cabeza de vez en cuando y me dejan en paz?
***
Christian me da un suave apretón en los dedos antes de apearse del R8, rodearlo, abrir mi puerta y ayudarme a bajar. Phoebe lo mira con una curiosidad sorprendida, seguro tampoco acaba de creer que semejante Adonis sea su papá. Taylor y Sawyer nos siguen cuando nos dirigimos a la entrada de la pequeña pero lujosísima joyería que Christian escogió para comprar el regalo de Ava. La tienda por dentro es ostentosa, sobria y con un aire algo pretencioso que sin duda nunca me hubiese atraído de haber estado por mi cuenta.
Christian abre la puerta con el sonido de una suave campanada para avisar a los dueños que tienen nuevos clientes, e intercambia unas palabras con Taylor antes de seguirme al interior, donde hay extensas vitrinas exhibiendo todo tipo de brillantes joyas, abultadas butacas doradas y un hombre bajo, regordete y ligeramente calvo que nos observa con una enorme sonrisa de avariciosos dientes blancos. Está que se babea cuando ve a Christian.
–Buenas tardes, señor y señora Grey. Qué placer tan inesperado es tenerlos en mi humilde tienda. –Sale de detrás del mostrador y nos tiende la mano a cada uno, que estrechamos casi a regañadientes–. Mi nombre es Robert Caviallari, y estoy para servirles. ¿Díganme, en qué les puedo ayudar? ¿Una joya para la señora?
Por algún motivo sus sonrisas me desagradan y su insistencia me hace irritar; puede que tenga algo que ver con el estrés, el dolor de la herida que me estoy aguantando con mi mejor cara y la falta de sexo de los últimos días, pero no estoy segura.
Miro a Christian, enfundado en su cara de póquer fría y distante, mientras escucha a Robert cacarear sobre joyas y oro y plata y un montón de cosas más. Sé que está tan fastidiado como yo, pero él lo disimula diez veces mejor. Miro afuera a Taylor y Sawyer, uno junto a la puerta del local y el otro parado al lado del R8; no sé si la vigilancia especialmente seria tiene motivos de ser, pero realmente no quiero pensar en eso. Si estoy aquí es porque tengo algo que hacer.
Me sitúo junto a Christian y éste me rodea la cintura con uno de sus brazos. Le sonrío suavemente a Robert para que sepa que ya ha hablado suficiente.
–¡Válgame!, ¿acaso no es ésta la niña más bella del mundo? –mira a Phoebe y luego a mí, su sonrisa es enorme– Tiene sus ojos, señora.
–Gracias.
Christian se aclara la garganta.
–Señor Caviallari, hemos venido a comprar un par de zarcillos para mi sobrina. Ella tiene cinco meses, así que tiene que ser un material lo más puro posible, como el oro.
¿Oro?
–No me parece lo más seguro que una niña de cinco meses ande con zarcillos de oro, Christian –murmuro–. Yo había pensado tal vez en platino.
–¿Platino? –repite mi marido.
Me encojo de hombros.
–O plata, algo no tal llamativo.
Me mira en silencio, quizá sopesando mi sugerencia, hasta que una lenta sonrisa se desliza en sus esculpidos labios y soy premiada con un beso en la frente.
–Eres tú la que odia las cosas llamativas –me dice con humor.
–No las odio. Me casé con el hombre más llamativo de todos –le sonrío de vuelta.
–Un punto bien hecho, sra. Grey.
–Como siempre, sr. Grey.
Él asiente en acuerdo y volvemos nuestra atención a Robert.
–Algo pequeño, delicado, que no se enganche fácilmente y que no sea muy llamativo –ordena con su tono de suficiencia, echándome una miradita de reojo, y hasta puedo decir que sonríe.
Robert asiente, feliz de complacer a el Christian Grey. Se desplaza por la tienda sacado estuches de las vitrinas y colocándolos delante de nosotros mientras Christian, concentrado en su tarea de evaluar la calidad de cada pieza como si realmente supiera algo de joyería, que no me sorprendería en absoluto dado lo competente que es para todo, estudia minuciosamente y casi ajeno a lo demás cada par de zarcillos que nos entregan.
Luego de una media hora debatiendo, nos hemos ¡finalmente! decidido por unos pequeños remolinos de plata que se le verán preciosos a Ava, y unas lágrimas para Phoebe. Christian saca la tarjeta y se la entrega a Robert; también pesca su BlackBerry, frunciendo el entrecejo cuando mira la pantalla.
–Espérame un momento –dice antes de dar media vuelta para salir de la tienda. Antes de que consiga salir del rango de alcance de mis oídos, le escucho un "Welch" que me hiela la sangre. ¿Será sobre Tedd?
Robert regresa con dos cajitas de terciopelo crema y rosa en una mano y la tarjeta de Christian en la otra.
–Vaya, ¿el señor se ha ido? –pregunta devolviéndomelo todo.
–Sólo ha salido un momento a responder su teléfono.
–Ah, ya veo. –Asiente, y entonces nos quedamos en silencio.
Miro discretamente sobre el hombro. Taylor, Christian y Sawyer están demasiado ocupados en lo suyo como para fijarse en lo que hago, y decido que es ahora o nunca. Me vuelvo a Robert y suavemente, tratando de disimular mi nerviosismo, le entrego el pequeño sobre que traigo en el bolso.
–Quisiera pedirle, si puedo, un favor –murmuro tendiéndole el sobre–. Y preferiría que esto quedara entre usted y yo.
–Por supuesto, señora –me mira desconcertado–. ¿Qué puedo hacer por usted?
–Encontré esto en… uhm, la casa de mi madre y no le pertenece a ella. Quisiera saber si usted podría decirme todo lo que pueda averiguar sobre este pendiente, incluyendo quién lo compró y cuándo.
Robert abre el sobre y lo vuelca para hacer caer el pendiente de esmeralda. Lo sostiene entre sus dedos, le da vueltas, lo examina, en tanto la frente se le arruga por la concentración.
–Es una pieza de alta calidad. Aunque no sé si pueda averiguar lo que me pide de ella, señora. Verá, aunque ésta sea una tienda pequeña, los pedidos que nos hacen nos toman bastante tiempo de elaboración y…
Puras tonterías, eso es lo que dice. Huelo a un interesado cuando lo veo, creo que eso es algo que he aprendido de Christian, de modo que sé cómo enfrentarme a sus contratiempos.
–Le daré veinte mil dólares si puede hacerlo para el lunes a más tardar –lo corto, nada dispuesta a escuchar sus excusas tontas.
Interrumpe sus incoherentes balbuceos, los ojos abiertos de par en par. Vuelve a echarle un vistazo al pendiente antes de decir:
–Bueno, creo que podría delegar a alguien los pedidos de esta semana para encargarme de su trabajo especial, sra. Grey –me dedica una amplia sonrisa roedora.
Sí, por supuesto que lo harás.
–Se lo agradezco. Al interior del sobre hay una dirección de correo electrónico a la que puede enviarme lo que averigüe.
–De acuerdo.
Guarda el pendiente en el sobre y éste, a su vez, al interior de su chaqueta.
Christian regresa.
–¿Listo, Ana?
Se guarda la tarjeta en la billetera, coge las dos cajas y me mira.
–Sí –asiento. No puedo evitar querer sacar a Christian de aquí lo más pronto posible. Robert y yo intercambiamos una mirada cómplice y sé que no dirá nada.
–¿No quieres algo para ti? –me pregunta acariciando mi mejilla con sus nudillos de una forma tan suave y delicada que, por alguna razón, enseguida pone en guardia a mi diosa interior.
Niego con la cabeza.
–Estoy bien, sólo quiero ir a casa –respondo mordiéndome el labio inferior.
Sus ojos se oscurecen enseguida de esa ardiente manera que me hace sucumbir a mi libido. ¡A casa!,chilla como una niña pequeña mi diosa interior, olvidándose del minúsculo pero molesto detalle de que para Christian justo ahora estoy hecha de cristal.
–De acuerdo –murmura con su voz deliciosamente ronca.
Nos despedimos de Robert, nos tomamos de la mano y replegamos nuestras tropas de inteligencia, las visibles y las que no lo son, al interior de cada auto mientras Christian enfila el camino de regreso a Escala, curiosamente, de muy buen humor. ¿Por qué será? Quizá, pienso, tiene algo interesante para hacer en mente.
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